El estreno del documental Remembering the artist Robert De Niro Sr. en el festival de Sundance hace tres semanas concitó el interés de la crítica más por el morbo que despertaba su historia que por el valor fílmico de la pieza. Acostumbrados a los disparates que habitualmente engendran ciertas estrellas de Hollywood en sus zambullidas detrás de las cámaras, las ocurrencias de ciertos actores ricos generalmente despiertan apatía y mucho sopor. Pero en el caso de Robert De Niro, su demostrada destreza como director en un par de películas presagiaba algo diferente. Tras el visionado de la cinta, los profesionales de los medios especializados mostraron su sorpresa por la sensibilidad del filme y la cadena HBO no dudó en hacerse con los derechos de emisión.
El debut documental de Robert De Niro cuenta la vida de su padre a través de las pinturas y los pasajes del diario íntimo de este, un artista menor del expresionismo abstracto americano que se divorció de su mujer cuando descubrió su homosexualidad. Pese a que en un principio la película fuera concebida como un documento personal y familiar, los productores de la cinta convencieron a De Niro para que compartiera la historia con el mundo. "Describe no solo la increíble vida y obra del pintor, sino el contexto histórico que rodeó a una generación única de artistas", explicó en Sundance la directora Perri Peltz, quien ha asistido al actor en su producción.
En los cuarenta minutos que dura el relato, De Niro desvela los pormenores de la vida privada de su familia. Todo un exotismo habida cuenta de la discreción con la que el actor ha llevado su carrera, con escasas concesiones a los medios de comunicación y casi siempre ausente en fiestas y eventos. El filme narra los inicios del pintor en los años cincuenta, sus primeros trabajos y el preludio de una vida sentimental insatisfecha. De la mano de Peggy Guggenheim, quien le abrió las puertas de la galería neoyorquina Art of this century, De Niro padre transitó la órbita artística de Willem de Kooning y el matrimonio Pollock-Krasner. En realidad siempre fue un outsider, pues sus patinazos figurativos nunca encajaron del todo en el movimiento. La llegada del Pop Art dio la estocada final a su incipiente popularidad.